Con el pesar de la carne

De cualquier manera has sido preso, de una u otra forma has sido tomado por sorpresa ante estas circunstancias y estoy bastante enterado de la situación. No es que fuera algo que consideraras apropiado, pero un castigo es tan bueno como otro para aquellos que buscan la creatividad de lo morboso; el misticismo de la misericordia ante los magnánimos no es más que un término que busca endulzar los oídos de los condenados. En palabras de un conocido, no somos dignos de gobernar a otros si no eres capaz de combatir por tu propia mano. Hay predilección en el grupo de creer en sus palabras, más, existen los retorcidos que transgreden los combates justificando que aquello es la mejor razón para someter a otros y adquirir más poder.

En tus últimos momentos escucho tus suplicas, todo ese dolor y rencor acumulado que transforma el miedo en ira para proferir cantidad sin límite de ofensas a otros, a los ajenos, a los propios, y por último a ti, acusándote de tus errores y flaquezas, ya negando las posibilidades. Las respuestas que te doy no son a preguntas que tú has formulado sin haber dicho una silaba, pero lo serán, serán respuestas de las cuestiones de la vida que has tenido, de una vida que es fuera de todo lo considerado, sin un horizonte comprensible para ti. Las olvidaras, por tradición, por ley escrita no en piedra, no en las estrellas, escrita en el libro que todo lo rige y que está sentenciado a seguir escribiendo mientras exista vida y voluntad.

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